EL PSIQUIÁTRICO

Tienes grabada a fuego la noche del 23 de marzo de 2010. Tenías 21 años y te encerraron en contra de tu voluntad en la UHP-II del Hospital Virgen del Camino, más conocida entre los pacientes como Guantánamo. La violencia psiquiátrica que se respira nada más entrar en aquel lugar es asfixiante. Incluso antes de entrar.

 

Recuerdas que fue la ambulancia a tu casa, pero que fuiste con tu padre y tu tío a Urgencias. Hablaste con el psiquiatra, y luego les hizo pasar a tus familiares a su despacho. Enseguida llegó un celador y os llevó, escoltados por tres seguratas, a través de los pasillos subterráneos del hospital hasta llegar a una puerta. Allí te despediste de tus allegados.

 

Tu cabeza había estallado por segunda vez. Te dormiste enseguida gracias a la alta dosis de droga que te habían suministrado. Allí pasaste dieciséis días horribles; te ataron una noche entera a la cama con correas en los tobillos, las muñecas y el abdomen, te humillaron y tú no te mostraste violento en ningún momento. Al tiempo empezaste a leer libros y artículos y tomaste conciencia de que habías sido torturado, porque, sí, en este bochornoso país se tortura en las Unidades de Hospitalización Psiquiátrica. Y no lo dices tú, lo dice la ONU.

 

Nadie se puede imaginar hasta que no lo vive en sus propias carnes el trato tan degradante que recibes en estos micromanicomios. A quienes legislan y a quienes hacen posible la tortura les invitarías a reflexionar —si es que les queda algún resquicio de humanidad, que lo dudas.

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